LA MUERTE DE RAVAN
Durante Dashain o Durga Puja (ver entrada anterior) también se celebra este otro suceso histórico-mitológico. El suceso quedó registrado en el Ramayana, que es uno de los textos sagrados del hinduismo. De la misma manera que la Biblia hace referencia a una zona geográfica concreta, los textos sagrados hindúes, lógicamente, hacen también referencia a su propia zona geográfica. Y las razones de este geo-centrismo son las mismas –por poner un ejemplo más reciente- que las que explican porqué en todas las películas estadounidenses, los meteoritos, los extraterrestres o el mismísimo Dios de los cristianos aparecen siempre en Manhattan, Los Ángeles o Colorado.
Los dioses hindúes, como los dioses griegos, tienen la costumbre de manifestarse en la tierra tomando cuerpos prestados. Los cuerpos que adoptan son siempre hindúes en el primer caso y griegos en el segundo, claro está. Así, del geo-centrismo pasamos al etno-centrismo. Y puestos a elegir, estos dioses prefieren cuerpos puros, es decir, de castas altas que no están tan “contaminados” socialmente; lo que nos da ciertas pistas acerca de los autores de estos textos “sagrados”. Así, del etnocentrismo pasamos al castacentrismo que, aplicado a nuestro propio caso, bien podría ser definido como clase-centrismo.
En esta historia Ravan va a hacer el papel de dios maligno. Para ello decide manifestarse en el mundo de los humanos como sacerdote y elige como lugar de residencia la paradisíaca isla de Lanka (actualmente Sri-Lanka).
En esta época no había más nación que la nación de los hindúes, Hindustán, estructurada en pequeños reinos. Janak de Ayodhhya (en la actual India) era uno de tantos reyes hindúes. Janak tenía tres esposas que dieron a luz a un hijo cada una. El mayor, y por tanto el heredero al trono, se llamaba Ram, el segundo Lakshman y el tercero Bharat.
Ram estaba casado con Sita, famosa por su exuberante belleza y originaria de Janakpur (en el actual Nepal). Si, también podría haber sido conocida por su gran inteligencia, pero entonces seguramente seguiría soltera (por desobediente) y acusada de hereje por las autoridades eclesiásticas y de rebelde por las civiles (por feminista) y nos meteríamos en otra historia que de sagrada no tiene nada. Así que continuemos……
Janak estaba ciegamente enamorado de su tercera esposa, tan enamorado estaba, que le concedió un deseo. Y ésta, que a pesar de ser mortal y hembra de tonta no tenía un pelo, le pidió que, tras su reinado, entregara el trono a su hijo Bharat y mandara a Ram, el auténtico heredero, al exilio durante 14 años. Ram era un hijo ejemplar, es decir, bueno y obediente, e hizo lo que se esperaba de él: obedecer. Al día siguiente partió hacia los bosques del Norte junto con su esposa, Sita, y su otro hermano, Lakshman, a cumplir los deseos de su padre.
Al estar exiliados en los bosques del Norte de Hindustán, tomaron por casa una cueva. Un día, ausentes los hermanos por las obligaciones propias de la caza, apareció Ravan pretendiendo estar perdido y necesitado de alimento.
Es de todos conocido que, así como los hijos deben ser obedientes, los reyes nobles y los guerreros valientes, la mujeres deben ser diligentes en proveer cuidado a los necesitados, así que, cuando Sita se acerco a proveer lo que su naturaleza obliga : confort y ayuda, éste la capturó y se la llevó a su casa que –no os vuelvo a repetir- estaba en Sri Lanka. Obviamente, sólo un profundo conocimiento de la condición humana por parte de Ravan pudo haberle permitido idear tan diabólico plan.
Al oír los gritos –probablemente histéricos, ya que provenían de una mujer-tipo- Ram y Laxmi regresaron a su cueva para descubrir que Sita había sido capturada por Ravan. Así que se fueron en su busca atravesando el subcontinente indio de Norte a Sur. Y como no la encontraron decidieron pedir ayuda a un viejo amigo de Ram : El rey de los chimpancés. Sí, han leído bien. ¡Qué pasa!.
Resulta que el rey de los chimpancés le debía un favor a Ram ya que éste le había ayudado a recuperar su trono, usurpado por uno de sus hermanos y al que juntos habían derrotado. Pues bien, el rey de los primates le asigna a uno de sus comandantes, Hanuman, para que le ayude a encontrar a Sita. Hanuman vuela hasta Lanka y encuentra a Sita, pero es detenido por las guardianas de Ravan, unas auténticas demonios. No porque fueran malvadas, que seguramente lo eran, sino porque da la casualidad de que pertenecían a la especie de los demonios. Al ser un simple mensajero de Ram, Ravan le otorga la libertad, no sin antes quemarle la cola.
En fin, Hanuman regresa, le cuenta sus descubrimientos a Ram y comienza una terrible y prolongada guerra entre Ram y sus aliados contra Ravan y los suyos. Al final, los primates descubren el punto débil de Ravan que, debido probablemente a su naturaleza divina, era su ombligo. Y digo por su naturaleza divina porque todo el mundo sabe que el punto débil de los hombres está un pelín más abajo.
El otro secreto vendrá del hermano de Ravan, Bivishan. Éste le regala el único arma que puede acabar con la vida de Ravan : una flecha especial. En sánscrito se llama Brahmashatra. Esta es una palabra compuesta por Brahma (creador del mundo que nosotros relacionamos con Dios pero que aquí es solo uno de tantos, en este caso Brahma) y Shatra (que significa arma). Y nada, con un arco y bastante puntería le consigue clavar la Brahmasatra en el ombligo y Ravan muere. De esta manera Sita es liberada y regresan a ocupar el lugar que el destino les tenía preparado : gobernar el reino de Ayodhhya.
Ahora, cómo lo consiguen es otra historia. Y otra historia es también la que cuenta como Sita es acusada de adulterio. ¡De liarse con Ravan, ni más ni menos!. Como si no hubiera sido ya suficiente calvario ser raptada por un dios maligno. Para demostrar su castidad, la hermosa mujer debe sentarse en una hoguera y, como no se quema, su inocencia queda probada.
Los dioses hindúes, como los dioses griegos, tienen la costumbre de manifestarse en la tierra tomando cuerpos prestados. Los cuerpos que adoptan son siempre hindúes en el primer caso y griegos en el segundo, claro está. Así, del geo-centrismo pasamos al etno-centrismo. Y puestos a elegir, estos dioses prefieren cuerpos puros, es decir, de castas altas que no están tan “contaminados” socialmente; lo que nos da ciertas pistas acerca de los autores de estos textos “sagrados”. Así, del etnocentrismo pasamos al castacentrismo que, aplicado a nuestro propio caso, bien podría ser definido como clase-centrismo.
En esta historia Ravan va a hacer el papel de dios maligno. Para ello decide manifestarse en el mundo de los humanos como sacerdote y elige como lugar de residencia la paradisíaca isla de Lanka (actualmente Sri-Lanka).
En esta época no había más nación que la nación de los hindúes, Hindustán, estructurada en pequeños reinos. Janak de Ayodhhya (en la actual India) era uno de tantos reyes hindúes. Janak tenía tres esposas que dieron a luz a un hijo cada una. El mayor, y por tanto el heredero al trono, se llamaba Ram, el segundo Lakshman y el tercero Bharat.
Ram estaba casado con Sita, famosa por su exuberante belleza y originaria de Janakpur (en el actual Nepal). Si, también podría haber sido conocida por su gran inteligencia, pero entonces seguramente seguiría soltera (por desobediente) y acusada de hereje por las autoridades eclesiásticas y de rebelde por las civiles (por feminista) y nos meteríamos en otra historia que de sagrada no tiene nada. Así que continuemos……
Janak estaba ciegamente enamorado de su tercera esposa, tan enamorado estaba, que le concedió un deseo. Y ésta, que a pesar de ser mortal y hembra de tonta no tenía un pelo, le pidió que, tras su reinado, entregara el trono a su hijo Bharat y mandara a Ram, el auténtico heredero, al exilio durante 14 años. Ram era un hijo ejemplar, es decir, bueno y obediente, e hizo lo que se esperaba de él: obedecer. Al día siguiente partió hacia los bosques del Norte junto con su esposa, Sita, y su otro hermano, Lakshman, a cumplir los deseos de su padre.
Al estar exiliados en los bosques del Norte de Hindustán, tomaron por casa una cueva. Un día, ausentes los hermanos por las obligaciones propias de la caza, apareció Ravan pretendiendo estar perdido y necesitado de alimento.
Es de todos conocido que, así como los hijos deben ser obedientes, los reyes nobles y los guerreros valientes, la mujeres deben ser diligentes en proveer cuidado a los necesitados, así que, cuando Sita se acerco a proveer lo que su naturaleza obliga : confort y ayuda, éste la capturó y se la llevó a su casa que –no os vuelvo a repetir- estaba en Sri Lanka. Obviamente, sólo un profundo conocimiento de la condición humana por parte de Ravan pudo haberle permitido idear tan diabólico plan.
Al oír los gritos –probablemente histéricos, ya que provenían de una mujer-tipo- Ram y Laxmi regresaron a su cueva para descubrir que Sita había sido capturada por Ravan. Así que se fueron en su busca atravesando el subcontinente indio de Norte a Sur. Y como no la encontraron decidieron pedir ayuda a un viejo amigo de Ram : El rey de los chimpancés. Sí, han leído bien. ¡Qué pasa!.
Resulta que el rey de los chimpancés le debía un favor a Ram ya que éste le había ayudado a recuperar su trono, usurpado por uno de sus hermanos y al que juntos habían derrotado. Pues bien, el rey de los primates le asigna a uno de sus comandantes, Hanuman, para que le ayude a encontrar a Sita. Hanuman vuela hasta Lanka y encuentra a Sita, pero es detenido por las guardianas de Ravan, unas auténticas demonios. No porque fueran malvadas, que seguramente lo eran, sino porque da la casualidad de que pertenecían a la especie de los demonios. Al ser un simple mensajero de Ram, Ravan le otorga la libertad, no sin antes quemarle la cola.
En fin, Hanuman regresa, le cuenta sus descubrimientos a Ram y comienza una terrible y prolongada guerra entre Ram y sus aliados contra Ravan y los suyos. Al final, los primates descubren el punto débil de Ravan que, debido probablemente a su naturaleza divina, era su ombligo. Y digo por su naturaleza divina porque todo el mundo sabe que el punto débil de los hombres está un pelín más abajo.
El otro secreto vendrá del hermano de Ravan, Bivishan. Éste le regala el único arma que puede acabar con la vida de Ravan : una flecha especial. En sánscrito se llama Brahmashatra. Esta es una palabra compuesta por Brahma (creador del mundo que nosotros relacionamos con Dios pero que aquí es solo uno de tantos, en este caso Brahma) y Shatra (que significa arma). Y nada, con un arco y bastante puntería le consigue clavar la Brahmasatra en el ombligo y Ravan muere. De esta manera Sita es liberada y regresan a ocupar el lugar que el destino les tenía preparado : gobernar el reino de Ayodhhya.
Ahora, cómo lo consiguen es otra historia. Y otra historia es también la que cuenta como Sita es acusada de adulterio. ¡De liarse con Ravan, ni más ni menos!. Como si no hubiera sido ya suficiente calvario ser raptada por un dios maligno. Para demostrar su castidad, la hermosa mujer debe sentarse en una hoguera y, como no se quema, su inocencia queda probada.