lunes, septiembre 26, 2005

KALÍ BABA: EL SANTO NEGRO DE BHAKTAPUR

Foto: Kali Baba y Zapata

A medio camino entre Katmandu y Nagarkot se encuentra Bhaktapur. Desde Bhaktapur, si uno sigue caminando, se va encontrando con diversos poblados newaríes. Los newaríes son la etnia oriunda y mayoritaria del valle de Katmandu. En su mayor parte han sido convertidos al hinduísmo y por tanto su estructura social se asemeja al sistema de castas de Varna.

En general, cada poblado tiene una fuente, media docena de casas y un pequeño templo dedicado a alguno de los numerosos dioses y diosas hindúes. A veces, en lugar de un templo te encuentras una piedra sagrada o incluso un árbol sagrado. Éstos son fácilmente identificables porque a sus pies puedes ver los restos de las ofrendas que han ido dejando los devotos a lo largo del tiempo.

Si sigues caminando hacia el norte, comenzarás la ascensión de una colina de unos quinientos metros de altitud sobre el valle de Katmandu. Atrás quedaron los poblados, los campos de arroz verde-luz y el sendero. Antes de comenzar la ascensión es conveniente echarse sal en las botas.
A partir de aquí, la ascensión es campo a través y las sanguijuelas, o pepes en nepalí, abundan. Una vez alcanzada la cima, descubrirás una casa. Si te acercas, verás que está habitada por el hombre de la foto. La gente le conoce como Kalí Baba.

Kalí Baba,(el santo negro en urdu), llegó a este lugar hace unos 40 años proveniente de la India. Él no siente que haya cambiado de país. En su opinión, todas las poblaciones hindúes son parte de un solo país, llámese como se llame. Al llegar, cuenta que sintió una profunda atracción por este lugar.

"Es un sitio de poder, ¿sabes?", Me dice en un más que precario inglés con el característico acento indio.

Asiento y sonrío. Vale que ser de Bilbao y humilde es metafísicamente imposible como sostenía recientemente el presidente de EHAK en un artículo publicado en Gara, pero no voy a llevar la contraria a un santo hindú que me dobla la edad ¿no?...

Con un gesto, me invita a entrar en su casa y con otro manda a su ayudante, un joven de unos 20 años, a por agua. Enciende el fuego, se sienta y, extendiendo su mano, me indica que haga lo propio. Lo hago, nos sonreímos, coge una carpeta del suelo y me la muestra:

-Look! Look!

Abro la carpeta, hay un recorte de periódico con un artículo sobre él que salió hace un par de años en el "Kathmandu Post". Ahí es donde leí que llegó hace cuarenta años de la India y que considera todo un solo país. También hay una carta de una sudafricana y unas fotos de él con frases en el reverso.

La tetera ya está hirviendo. A su lado tiene una serie de bolsas de plástico. Abre una, coge un puñado de hierbas y las echa en la tetera, repite la misma operación abriendo y cerrando otras bolsas y finalmente echa un último puñado de azúcar. Le pregunto qué hierbas son pero no me entiende; le señalo la bolsa, sonríe, y me pone un puñado de esas hierbas sobre la mano. Creo que es romero. En cualquier caso, el té está delicioso. Se lo hago saber a base de gestos y sonrisas.

Busco un cigarrillo, le pregunto si se puede fumar y si él también lo desea. Acepta mi pitillo pero no se lo lleva a los labios; lo deja al lado del fuego. Ahora ha sacado una pipa y algo negro que creo reconocer: diría que es hachís. Lo pone en la pipa, rompe el cigarro por la mitad y lo echa en ella. Utiliza un pedacito de tela como boquilla, levanta los brazos y se lleva la pipa a la boca, la enciende y fuma prolongadamente. Le ofrece la pipa a su ayudante. Éste la acepta y fuma. Se la devuelve a Kalí Baba quien, tras otra prolongada calada, me la ofrece a mí. ¡Qué dilema!.

Afortunadamente, me llegaron a la mente los sabios consejos de mi abuela Maruja que, antes de partir, me dijo:

- Hijo, donde fueres, haz lo que vieres.

Desafortunadamente, por mucho que aspiraba, el humo no acababa de entrar en mis pulmones. Era evidente que algo estaba haciendo mal. Kalí Baba, con la sonrisa de un niño travieso, me dice que le devuelva la pipa. Obediente, se la entrego y me muestra con sus manos como sujetarla. Debo cerrar más los dedos para evitar que el aire entre en la cámara que he formado con mis manos y que separa mi boca de la tela y de la pipa. Asiento y me la devuelve. Esta vez sí.

Me quedé un rato más leyendo el artículo del Kathmandu Post.

Aparentemente, vive de las ofrendas que recibe de sus devotos y de los lugareños, quienes construyeron la casa donde ahora vive. Aunque en Nepal existen docenas de santos como Kalí Baba, éste es considerado de los más poderosos. Mucha gente viene a pedirle consejo.

Me despido, tengo dos horas de caminata antes de llegar a Bhaktapur, no sin antes hacerme la foto de rigor, para demostrar a los más incrédulos, que, esto que cuento, es tan cierto como que los americanos pisaron la luna. ¿O fue todo un montaje, una estratagema propagandística para avanzar en la causa del libre mercado?.

Pero: ¿alguna vez nos dirán la verdad de algo?.

Fotos del encuentro en: http://www.flickr.com/photos/zapatanepal/